A partir del Covid-19 hemos incrementado nuestro vocabulario de la vida diaria. Hoy hablamos de pandemia, curva de contagio, MERS y paciente cero con la misma naturalidad con que antes comentábamos el partido entre el Madrid y el Barça. Por una parte, se trata de un hecho bastante positivo, pues da cuenta de nuestra alta adaptabilidad frente a los cambios que están llegando. Sin embargo, esa capacidad de encarar los acontecimientos se está acompañando de una dosis de permeabilidad que no podemos permitir.

Estamos atravesando una crisis, y la única certeza que nos deja es que nada volverá a ser como antes. Pero también se están abriendo nuevas oportunidades: hoy podemos dejar el rol de espectadores y volvernos guionistas de nuestra propia historia, solo de nosotros depende.

CREANDO REALIDADES

Si bien el confinamiento nos delega a un rol más bien pasivo ante la lucha contra el Covid-19, esta quietud física nos exige compensar con la mayor actividad mental posible. El mundo no se ha detenido, los días siguen pasando y ya vimos cómo la primavera se instaló afuera de nuestras ventanas. Esta es solo la antesala de la nueva realidad que viene, donde, más que nunca, deberemos cuidarnos y cuidar a los otros para no ahondar los efectos del virus. Los medios nos están diciendo mucho. Más aún recibimos en nuestros móviles a través de los infinitos chats que se han activado. Pero la historia es nuestra, y la creamos en cada respiro, cada mirada y cada paso que podamos dar de ahora en adelante.

El ingrediente esencial para ello es el lenguaje y el uso que hacemos de él. Nuestro presente está dominado por el coronavirus y las múltiples interpretaciones que estamos generando, interpretaciones que, sin darnos cuenta, están configurando nuestro futuro. Y está bien que incorporemos nuevo léxico, pero al encontrarnos en un momento en que todo importa, la permeabilidad con que antes enfrentábamos la información debe quedar atrás.

Semanas atrás, el diario estadounidense The New York Times, uno de los más reconocidos en el mundo entero, publicó un artículo titulado Wondering About Social Distancing? ( ¿Te estás preguntando sobre la Distancia Social? ). En él, explicaba a sus lectores los detalles de esta práctica que se ha vuelto esencial a la hora de controlar la pandemia. Basándose en uno de los principales objetivos de la prensa, el fin de este artículo es comprensible; la gente necesita entender lo que ocurre. El problema está en cómo lo explicamos.

«¿Qué es el distanciamiento social?», escribe el periódico. «En pocas palabras, la idea es mantener una distancia entre usted y otras personas, en este caso, al menos seis pies. Eso también significa minimizar el contacto con las personas».

El primer frenazo está en la palabra «social». Según indica la Organización Mundial de la Salud, la medida a la que alude el concepto «Distancia Social» se limita a evitar el contacto físico y, por tanto, controlar la reunión de dos o más personas mediante una distancia de, al menos, un metro entre una y otra. La distancia, entonces, no es social, sino simplemente física.

Puede parecer un detalle sin valor, pero el hecho es que lo tiene, y bastante, hoy que debemos reaprender a relacionarnos. El artículo elaborado en formato de cuestionario continúa: «Soy joven y no tengo ningún factor de riesgo. ¿Puedo seguir sociabilizando? Por favor no lo hagas. No hay duda de que las personas mayores y las personas con problemas de salud subyacentes son más vulnerables al virus, pero los jóvenes no son inmunes». 

Nuevamente, se confunden los conceptos, porque sociabilizar no tiene que ver en el contagio. Sociabilizar es interactuar con el otro, pero eso no está mediado por el contacto físico. Existe sociabilización en darnos un apretón de manos (que es lo que debemos evitar estos días), pero también en saludar a través de la ventana a tus vecinos, en llamar a tu familia o en enviar un mensaje de voz a tus amigos. Incluso existe en los e-mails que mantenemos con nuestros compañeros de trabajo.

Para ser justa, el mencionado artículo concluye hablando sobre la importancia de estar en contacto con otros, pero lo hace después de haber utilizado los conceptos de manera confusa. Esto ha sido leído por millones de personas en el mundo entero y, debido a su prestigio, reproducido por otros profesionales de las comunicaciones. Así, igual que el virus, la distancia social quedó instalada en nuestras mentes sin mayor reflexión.

AHORA ES CUANDO

Razones para defender la cohesión social hay muchas, pero en este contexto importan principalmente dos: la regulación de nuestra salud emocional y la reestructuración ciudadana. Aunque vivimos un único hecho, a nivel grupal e individual la afectación y, por tanto, reacción, es diversa. La compañía (o no), el lugar, nuestra situación económica, la gestión de nuestro Gobierno, los recursos de nuestra ciudad y tantos otros ejemplos, son todos condicionantes a la hora de determinar cómo nos sentimos. Y en ese sentir, el contacto con el otro es vital, pues es compartiendo que validamos nuestras emociones y a nosotros mismos.

Luego, lo comunitario adquiere un rol protagónico, siendo esta la mejor forma de articular personas y grupos desde la solidaridad (no beneficencia) y el reconocimiento. Así, desde la preocupación por nuestros vecinos más vulnerables, como los adultos mayores, hasta el cuidado y la valoración de todo el personal sanitario que hoy enfrenta en primera línea la pandemia, generamos los vínculos necesarios para, el día de mañana, salir fortalecidos de la crisis.

No se trata de una reflexión antojadiza. Han sido los mismos expertos quienes pusieron el acento. En una conferencia de la OMS que pretendía infomar sobre las recomendaciones para prevenir el contagio del Covid-19, la epidemióloga Maria Van Kerkhove indicó: «Estamos cambiando a decir distancia física y es a propósito, pues queremos que la gente se mantenga conectada».

En esa línea, el presidente de la organización, Tedros Adhanom, aseguró que la compasión es una medicina y que era vital estar en contacto con vecinos, familia y amigos. «El Covid-19 está tomando mucho de nosotros, pero también nos está dando algo especial; la oportunidad de volvernos una humanidad, de trabajar juntos, aprender juntos, crecer juntos», agregó.

Estas palabras, sin embargo, no fueron difundidas con la misma fuerza que las problemáticas, y casi ningún medio ha rectificado el uso de la palabra social. Por el contrario, los países que recién hoy están viendo aumentar la amenaza (es el caso de los latinoamericanos y africanos), tomaron el ejemplo de las principales empresas comunicacionales y perpetúan el concepto que, más que nunca, debemos evitar. Porque la distancia que necesitamos es física. En lo social, esto solo lo superaremos unidas y unidos.

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