Ninguno de nosotros accedemos a la auténtica realidad. Construimos la percepción de nuestra realidad a partir de nuestros sistemas representacionales, nuestros valores, nuestras creencias, nuestras experiencias y desde luego, a través de lenguaje que empleamos al describirla. Luego para poder transformar la realidad que nos rodea, necesariamente el primer paso debe ser transformar la perspectiva que estamos empleando a la hora de abordarla -que en realidad deberíamos decir a la hora de construirla-. Normalmente, el mismo tipo de filtros que nos hacen percibir nuestra realidad de una determinada manera, son los que nos dificultan el identificar las claves para actuar en ella adecuadamente con el objetivo de transformarla. Este aspecto es crítico a la hora de realizar coaching ejecutivo para reforzar el liderazgo de un directivo.

En la mayoría de los casos, al ejercer coaching ejecutivo, nos encontramos con directivos con unos altos niveles competenciales, tanto en sus capacidades analíticas, técnicas, comunicativas, de toma de decisiones, y de ejecución de acciones. Por supuesto hay excepciones, y sí que pueden tener algunas carencias significativas en algunas áreas de competencia (a veces compensadas con otras fortalezas notables o con profesionales del equipo que complementan el área de mejora del directivo). Pero el nivel competencial suele ser generalmente bastante alto.

¿Cómo se justifica entonces el valor añadido de un proceso de coaching en perfiles que teóricamente ya han reflexionado, analizado y trabajado de manera seria, rigurosa y competente sobre aquellas situaciones que quieren cambiar? Fundamentalmente por el aumento de su toma de conciencia, es decir, por el aumento de puntos de perspectiva que el proceso de coaching debe brindarle al directivo, especialmente en las primeras sesiones del mismo.

Alterar la posición del observador será esencial para que el coachee empiece a abordar su situación inicial de una forma distinta, identificar claves que le estaban pasando inadvertidas, y empezar a ver caminos de acción innovadores que le permitan transformar su realidad de manera efectiva.

Existen multitud de herramientas y métodos que nos pueden ayudar a que el coachee amplíe su mirada y aborde su realidad desde perspectivas distintas, pero aún más importante es conocer los elementos esenciales de ese “filtro personal” del que partimos, ya que nos ayudará a entender mejor el porqué o el para qué de los posibles métodos y herramientas a emplear.

En la lógica empresarial, trabajamos con una ecuación que plantea que determinados comportamientos del directivo, tienen como efecto determinados comportamientos por parte del equipo dirige, y que como consecuencia de dichos comportamientos del equipo (tanto individuales como colectivos) se obtendrán determinados resultados tanto cualitativos como cuantitativos, que estarán alineados o desalineados con los objetivos establecidos para dicho equipo.

De esa forma, un proceso de coaching ejecutivo debería ayudar al directivo a que lleve a cabo los comportamientos que guíen al equipo hacia la consecución de los resultados esperados, y esto sólo lo logrará si genera unos nuevos hábitos de gestión que se apoyan en unas determinadas competencias. Esas competencias pueden ser definidas de manera sencilla por la combinación de unos determinados conocimientos y habilidades, con una actitud determinada. Esta actitud por parte del directivo (y en realidad de cualquier otro colaborador de la organización) es identificada actualmente como el factor más diferenciador y relevante para el buen desempeño profesional. Pues bien, ¿sobre qué aspectos radica la actitud de una persona (ya que esto no es excluyente ni para un directivo, ni para un profesional), es decir, la predisposición con la que aborda un reto, proyecto o actividad?

Yendo a los elementos esenciales, podemos destacar los siguientes:

Creencias: Son las certezas que tenemos en un momento determinado sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea. Suponen la plataforma directa sobre la que se asienta nuestra actitud, y debido a esto guían de manera muy significativa nuestro proceder y nuestra forma de actuar.

Valores: aquellos aspectos que realmente son importantes para una persona, que marcan los límites de su comportamiento, que establecen la prioridad de las cosas, y qué establecen lo que está dentro y fuera del terreno de juego.

Guiones vitales: “Drivers” o “guiadores inconscientes del comportamiento” que son de especial relevancia por su capacidad de orientar nuestro comportamiento de manera persistente y recurrente a lo largo de los años.

Miedos y deseos básicos: El ser humano, al igual que el resto de animales, se mueve alejándose de aquello que identifica como negativo, indeseable o rechazable, y acercándose hacia aquello que considera como deseable, virtuoso o positivo

Sólo en la medida en la que el proceso de coaching ejecutivo ayude al directivo a tomar conciencia sobre el impacto de estos aspectos en su comportamiento directivo, éste podrá conseguir una transformación significativa y perdurable en su gestión directiva. No parece reto pequeño, ¿verdad?

Foto: Stefan Giuliani 

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