Gracias a las redes sociales y a la fuerte mediatización de estos tiempos, vemos cómo las y los jóvenes se han hecho cargo de visibilizar problemas tan graves como el cambio climático o la violencia machista. Hay quienes ya etiquetan, hablando de un resurgimiento de la izquierda política, mientras otros simplemente se limitan a reconocer una movilización cada vez más patente.

Juventud y cambio son conceptos que van de la mano y han protagonizado diversos momentos de la historia contemporánea alrededor de todo el mundo. El problema, es la falta de reconocimiento en el mundo político y la débil -si no nula- capitalización de ese poder transformador. Sin embargo, una de las excepciones quedó marcada el 2 de diciembre de 1972. El entonces presidente de Chile, Salvador Allende, pronunció en México uno de sus discursos más memorables en el Auditorio de Leyes de la Universidad de Guadalajara. Hay quienes lo catalogan como uno de los mejores discursos dirigidos a la juventud de todos los tiempos.

«Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica» es una de las sentencias más inolvidables de este verdadero manifiesto en que el gobernante socialista -derrocado en el Golpe de Estado de 1973- establece la importancia de la participación juvenil en la creación de una sociedad más justa.

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