Cuesta cambiar. Nos cuesta cambiar. Me cuesta cambiar. Incluso en las situaciones en las que probablemente se paga un alto peaje por el hecho de mantener ese hábito no óptimo, esa manera de actuar, responder, gestionar o relacionarme, que me está ocasionando resultados no esperados o consecuencias indeseables.

En este artículo no voy a abordar las posibles causas de esa dificultad (probablemente relacionadas con el poder de los miedos, las creencias, lo conocido y lo repetitivo), sino que compartiré los pasos necesarios (que quizá no suficientes) para que una persona pueda realizar un cambio de hábitos en su entorno profesional, familiar o social:

Paso 1: Tomar conciencia del hábito (Vamos, darse cuenta): No puedo cambiar un hábito en el que no me reconozco. Parece una obviedad, sin embargo es brutal el número tan alto de formas de actuar sobre las que no tomamos conciencia. Son los llamados puntos ciegos, probablemente todo el mundo los ve, menos su protagonista. Para ayudar a alguien a que tome más conciencia sobre los hábitos a modificar, es necesario brindarle feedback específico, equilibrado, constructivo y orientado a la mejora, cuando la persona nos lo pida, o tengamos un alto nivel de confianza con ella.

Paso 2: Asumir la responsabilidad del cambio (es decir, querer cambiar el hábito): Hay personas que a pesar de darse cuenta de determinados hábitos no óptimos, no encuentran la motivación para asumir el reto del cambio. Quizá no calibran bien las consecuencias de no cambiar, quizá están temerosos de los imprevistos y riesgos que tendrían que asumir en el proceso de cambio… En líneas generales, solo cambiaré cuando perciba que los riesgos de no cambiar son mayores a los que asumo al cambiar. Desde fuera, podemos ayudar al protagonista del cambio haciéndole ver con más claridad los beneficios que le puede reportar llevar a cabo el cambio.

Paso 3: Saber cómo cambiar: Me temo qué este paso se nos olvida con cierta frecuencia. No siempre una persona que tomó conciencia y quiere cambiar, tiene claro el camino y la dirección adecuada para poder llevar a cabo el cambio deseado. En este paso, contar con buenas prácticas de otras personas, tener un referente, conectar con logros anteriores… son recursos que pueden ser de utilidad.

Paso 4: Pasar a la acción: Quizá el paso más difícil. Incluso habiendo contestado positivamente a los 3 interrogantes anteriores, hay personas que no dan el paso de actuar. Por miedo, por falta de confianza en las propias capacidades, por timidez… Desde fuera podemos ayudar en este paso fortaleciendo al máximo la motivación de la persona, activando sus emociones más capacitadoras y ayudándole a conectar con sus recursos internos.

Paso 5: Perseverar en la acción: Paso crucial para que no haya retroceso en los pasos anteriores. Un hábito nuevo necesita de un tiempo más o menos largo para que sea efectivamente integrado. Si no se mantiene la constancia necesaria durante ese tiempo, el proceso de cambio podría abortarse (ya saben, “la cabra tira al monte”),

De este modo, ya saben, cuando estén intentando acompañar a alguien en un cambio de hábito (o a uno mismo) no le repitan 100 veces lo que tiene que hacer. Ayúdenle a que se de cuenta del hábito, encuentre su motivación para cambiar, sepa cómo hacerlo, pase a la acción y persevere el tiempo necesario para que se integre el hábito nuevo.

Fácil, ¿no?

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