Cada día lo siento y lo pienso. Si hay algo difícil en esta vida urgente que nos arrastra, es saber dónde uno tiene que estar en cada momento.

Elegir nunca ha sido fácil. Equivocarse, en esto, deja muy mal sabor de boca. En mis años de ejecutiva en empresas multinacionales he vivido momentos muy buenos, y momentos muy regulares…Recuerdo algunos, con mayor o menor claridad. Pero sin duda las horas más amargas han sido aquellas en las que mi trabajo me ha llevado a sentir que no estaba donde debía. Cualquiera que me lea ha podido encontrarse en alguna habitación gris de un hotel gris en un día cualquiera pensando: ¿qué estoy haciendo aquí?. Y tomando conciencia de que en ese momento, no era ese su sitio.

Cuando nos equivocamos en esta elección, en algún lugar estamos de más. Pero en otro lugar, donde decidimos no estar, nos echarán de menos. Porque no estar, en ocasiones, deja mucha más huella que estar.

En uno de sus mejores libros, Javier Urra explica el concepto de “memoria afectiva”. Más desarrollada en mujeres que en hombres, parece ser, la memoria afectiva nos hace recordar nítidamente todo  lo relacionado con una emoción afectiva o desafectiva, el lugar y el momento, lo que allí había, sonidos, colores, temperaturas… Y así, recordamos aquel pueblo donde discutimos con un hermano en medio de la plaza. Recordamos la ropa que llevábamos puesta cuando alguien nos dijo que nos quería. Recordamos la gasolinera en la que estábamos en Medina del Campo cuando nos llamaron para decir que mi padre había muerto.

Y por eso recordamos a quién estuvo a nuestro lado en momentos clave, desde niños. Y recordamos, sobre todo, a quién no estuvo. La decepción de no estar, la desazón de “dónde estabas entonces cuando tanto te necesité”. La mirada ansiosa del niño que busca a su padre en la grada cuando marca un gol. El vacío de esperar que aparezca alguien que nunca apareció. Momentos vitales relacionados con el estar, y con el no estar.

Necesitamos una cierta pedagogía para enseñar a un jefe a esperar, si una madre nos necesita; para enseñar a un hijo que quizá hoy hay un asunto más importante que su partido de hockey; o para enseñar a un cliente que hoy el hijo es prioritario.

Hay que saber dónde hay que estar en cada momento, y eso no es fácil.

0 comentarios

  1. Muchas gracias Esther!!!Cada vez que leo algo tuyo aprendo tanto!!!…me emociono tanto!!!por favor no dejes nunca de escribir y sobretodo de compartir tu saber y tu sentir con este mundo que está tan necesitado de gente que sabe y siente como tu.Un beso

  2. Buen post para la reflexión. ¡Cuantas veces nos hemos preguntado ¿qué estoy haciendo yo aquí?!. Es una pregunta de hondo calado. Encierra otras preguntas como ¿es esto lo que realmente quiero?, ¿estoy haciendo lo que me satisface, lo que me llena?, etc. Luego viene el proceso de reflexión en el que, al final, tengo que tomar una decisión, decisión dificil porque encuentro muchas barreras (creencias, miedos, etc.) que no sé como salvarlas. Sigo pensando que en los colegios y en las universidades deberian incluir un proceso continuo de aprendizaje de inteligencia emocional.

  3. Recuerdo cada uno de vuestros rostros, cómo estábamos sentados, tu fular inconfundible, la posición de tus manos, tu mirada esquiva, el pañuelo de una mano amable, las lágrimas resbalando por mi cara y el dolor de saber que no podría seguir aprendiendo a tu lado. Aunque sea en la distancia, por favor, sigue COMPARTIENDO.

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