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PSICÓPATAS, PERVERSOS Y ESCLAVOS

  • Foto del escritor: Joan Quintana
    Joan Quintana
  • 16 sept
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 22 oct

Imagen generada con inteligencia artificial.
Imagen generada con inteligencia artificial.

Tenemos una concentración desequilibrante de personas perversas y psicópatas con responsabilidades en nuestros trabajos y gobiernos, que generan un estado de polarización donde la agresión y el miedo van minando nuestra convivencia, la desconfianza en los otros nos genera aislamiento y las relaciones se deterioran hacia el camino de la confrontación fraternal.

Es necesario comprender para actuar, y recordar que la evolución de nuestra especie se sustenta en la inteligencia colectiva.

Comprender a los que trastornan

Convivir en el trastorno social implica entender a los que trastornan. Según los criterios del DSM-5¹, se asocian los rasgos de la psicopatía con el Trastorno de Personalidad Antisocial y los del perverso narcisista con el Trastorno de Personalidad Narcisista.

El psicópata es frío y calculador, y sus acciones están dirigidas a satisfacer sus propios deseos, sin importar las consecuencias para los demás. Los otros son simplemente un objeto o un instrumento para conseguir lo que quiere. Incumple las leyes y normas sociales y miente de manera patológica para ocultar sus intenciones o manipular situaciones a su favor. Su relato de los hechos siempre está sesgado para beneficiarlo, siendo indiferente a haber dañado o maltratado a otros.

El perverso narcisista necesita a los otros para alimentar su propia imagen idealizada y requiere de una constante admiración y validación. Su objetivo es mantener una relación de codependencia y control, en un ciclo de idealización y devaluación, buscando un estado de confusión y sumisión, humillando y desvalorizando, creando un ambiente de miedo e inseguridad al rechazo o la devaluación. Nunca asume la responsabilidad de sus errores.

El perverso narcisista esclaviza a través de debilitar la autoestima del otro, mientras que el psicópata lo hace a través del miedo a la destrucción. Ambos procesos llevan a una situación de supervivencia; paradójicamente, a menudo las personas sometidas buscan la aprobación o el "amor" de su victimario para poder sentirse a salvo.

Podemos identificar a responsables, políticos, grupos, comunidades, pueblos que responden a estas características. El origen de su patología lo podemos encontrar en su propia historia personal, organizativa o de comunidad. Muchos fueron humillados en su infancia como personas o en su origen como pueblo, y repiten la humillación recibida, el abuso y el exterminio como si de un acto de reparación del daño recibido se tratara, perpetuando el dolor en una espiral destructiva y eterna de confrontación, condenando a generaciones al desencuentro personal, familiar y colectivo.

La indefensión aprendida como mecanismo de control

Los humanos necesitamos certezas que nos den seguridad y futuro; cuando sentimos que perdemos esta seguridad, reaccionamos de dos formas principales:

El ataque: lo concretamos con la polarización activa y confrontativa, situándonos entre víctimas y guerreros, buscando el origen del malestar en los otros e incorporando como solución a líderes perversos y psicópatas que prometen un futuro donde nosotros estaremos y los otros no.

La huida y el bloqueo: los manifestamos con la desconexión íntima, conectados con todos para desconectar de nosotros, anestesiados con el hacer y buscando siempre estar llenos, perpetuando el estar siempre ensimismados y, al mismo tiempo, fuera de sí.

Ambas reacciones pueden generar lo que en psicología se conoce como indefensión aprendida, definida por Seligman (1983). La indefensión se asienta en nuestro comportamiento cuando dejamos de intentar cambiar las situaciones que nos generan privación y dolor, incluso cuando se presentan oportunidades para hacerlo. Narramos la realidad desde la negatividad y perdemos la mirada de oportunidad que tenemos para regenerarnos, experimentando desesperanza, depresión y ansiedad, que se van convirtiendo en una respuesta normalizada a las constantes agresiones que vemos y sufrimos en la cotidianidad.

La indefensión aprendida es el mecanismo psicológico que explica la "esclavitud": la mente se va reconfigurando para aceptar que no hay salida, solo queda la desconexión o la entrega de nuestro potencial humano de evolución y convivencia a la visión y acción del dominio perverso y psicopático de los "salvadores".

Cómo salir de la indefensión

Salir de la indefensión es un acto de valentía. Implica dejar la "esclavitud" y caminar hacia la dignidad que nos merecemos como seres humanos.

Es necesario reconocer a los líderes perversos y psicópatas cuando nos propongan que la "solución" se basa en la exclusión, humillación o exterminio de otros. Sabemos, por experiencia evolutiva, que la fuerza de los humanos radica en la cooperación, no en la confrontación.

Es necesario reconocer las narrativas que nos describen la realidad de forma incoherente, fundamentada en falsedades y manipulaciones, y contrastarlas con otros, para comprender juntos el engaño y la capacidad de acción que tenemos.

La indefensión aprendida se rompe cuando nos damos cuenta de que no estamos solos, cuando reconocemos que somos comunidad. El aislamiento y la desconexión son los principales aliados de la perversión y la psicopatía social; el antídoto es la reconexión con los otros, compartir espacios, proyectos, construyendo relaciones saludables desde la confianza mutua.

La acción colectiva, la cooperación y el reconocimiento de la legitimidad de existir de los otros son las herramientas para construir futuros compartidos y evitar que el dolor se perpetúe en un ciclo sin fin.


Por JOAN QUINTANA, Director del Instituto Relacional.


¹ American Psychiatric Association. (2013). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (5a ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.

1 comentario


Manuel Díaz Olalla
Manuel Díaz Olalla
17 sept

Muy interesante y útil en este momento. Gracias

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