AFP

El tío -y durante muchos años entrenador- de Rafa Nadal dijo: «En esta vida hay que aprender a conjugar el verbo aguantarse. Yo me aguanto, tú te aguantas y él se aguanta. Y eso es lo que no hace la gente hoy en día. Todo son pegas. Eso es lo que he intentado transmitirle a Rafa. Le digo: «Aunque a ti te vayan las cosas muy bien, aunque tengas dinero y éxito, tendrás que aguantarte, porque habrá cosas que no podrás controlar. Morirá un familiar. Te dejará la novia. Y tendrás que aguantarte. Aguantarte ahora para disfrutar después»». 

Miro en el diccionario. Aguantarse: tolerar, sufrir, soportar, sobrellevar, permitir, transigir, admitir, aceptar, dominarse, resignarse, reprimirse, contenerse, callarse, sacrificarse, fastidiarse, apechugar, arrostrar, sostener, sustentar, mantener, resistir… ¡Solo leerlo agota!

Cuando un músculo aguanta peso, por ejemplo el bíceps, y lo consigue manejar, el músculo se fortalece, ¿verdad? Ahora pongámoslo en reflexivo: cuando alguien se aguanta, se fortalece. La capacidad de aguantarse, resistir, sobrellevar, fastidiarse, se desarrolla, no venimos de serie con ella. Y uno de los mejores regalos que podemos hacer a las personas, en general, y a los hijos, en particular, es enseñarles a aguantarse, desarrollar ese músculo que tan útil les será en la vida.

EFE

Aguantarse viene en diferentes formatos. En forma de relación, de convivencia con personas que no nos gustan, que no son como nos gustaría (o sea, no son como nosotr@s), que actúan y piensan distinto. En los entornos profesionales, por ejemplo, con frecuencia tenemos que tratar con personas que no nos gustan. Eso no quiere decir que haya que aguantarse ante la incompetencia profesional, ni ante las faltas de respeto o las malas formas. No, simplemente quiere decir que aquí nos esforzamos por hacer bien nuestro trabajo, y colaboramos con educación y responsabilidad para que la organización consiga sus objetivos, y no es necesario gustarse, preferirse ni caerse bien.

Aguantarse también sucede cada día en el entorno familiar: el espacio es limitado, los horarios son distintos, las manías de las y los demás irritan (¡las propias no, son perfectamente justificables!). Es necesario renunciar muchas veces, aguantarse en aras de la paz social para poder obtener una recompensa más sostenible en el tiempo, que en lo profesional se traduce en la consecución de los objetivos de la organización, por encima de los personales, y en lo familiar se traduce en armonía y bienestar para quienes conviven.

«Trázate tal norma de vida que puedas seguirla de igual manera cuando estás solo que en compañía».

Epicteto

Aguantarse también tiene que ver con el tiempo, con la espera. Es un buen ejemplo el famoso Stanford Marshmallow Experiment (1972) sobre la gratificación aplazada, o demora de gratificación. En él se ofrecían a niñas y niños dos opciones: un caramelo en el momento o dos, esperando un tiempo. Se hizo un seguimiento durante muchos años hasta llegar a demostrar que quienes escogieron esperar e hicieron una buena regulación de los impulsos obtuvieron mejores logros académicos y un cierto éxito en la edad adulta.

Esperamos cada día, con mayor o menor paciencia. Aguantarse tiene que ver con dejar que otros marquen los ritmos, con esperar ahora para disfrutar después, y con fortalecer la paciencia en todas sus versiones, mejorar la capacidad de resistir la tentación de una placer inmediato y pequeño, para esperar una recompensa posterior mayor.

«La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte».

Immanuel Kant

Aguantarse también tiene que ver con el sentido del deber y de la responsabilidad de cada uno. Hacer lo que hay que hacer, en cada momento, en contraposición con hacer lo que a nos apetecería hacer. Esta forma de aguantarse se hace presente en miles de pequeñas, medianas y grandes decisiones que tomamos cada día. Cuando uno elige levantarse o seguir durmiendo. Cuando paramos de comer o seguimos comiendo. Cuando dejamos de fumar o seguimos haciéndolo. Cuando dedicamos un domingo a sacar adelante trabajo atrasado. Cuando vamos a visitar a alguien que no nos apetece visitar. Cuando nos tragamos las ganas y, al final, a veces, hasta le vemos la parte buena. Cuando gestionamos nuestra economía poniendo por delante lo que conviene, no lo que apetece. Cuando elegimos lo que es mejor para nuestras familias, nuestra empresa o nuestra sociedad, y nos colocamos en segundo lugar. Personas que cumplen, que se comprometen, que se implican en cuerpo y alma, que, si dicen que estarán, están, y si dicen que harán, hacen. Que aportan a otras la seguridad de saber que no habrá sorpresas, y que han interiorizado y normalizado que hay que aguantarse muchas veces y muchas cosas.

«Quizá el rasgo más valioso de una persona sea tener la capacidad de hacer lo que tiene que hacer, cuando lo tiene que hacer, le guste o no».

Thomas Huxley

 Aguantarse, además, también consiste en seguir. Incluso cuando decimos que no podemos más, seguir.  Es continuar haciendo, continuar trabajando, yendo a donde hay que ir cada día, cumpliendo con lo que quiera que hay que cumplir, aunque no tengamos más motivación que hacer lo que se requiere de nosotros en ese momento. O ser parte de algo. O dar ejemplo a quien viene detrás. Seguir levantando la persiana de un comercio. Seguir cuidando de personas mayores. Seguir acompañando a chavales que no muestran interés por aprender, hasta que lo muestren. Seguir saliendo a la calle cada día para poner de nuestra parte en un país en crisis, una sociedad en dificultad, una familia en el límite, o una empresa en el abismo. Aguantarse las ganas de rendirse y pensar «total, qué más da… para qué». Saberse muchas veces en privilegio respecto de otras personas. Permite seguir. Si no puedes hacer nada más, sigue respirando, sigue nadando. Seguir es aguantarse.

«Si estás atravesando el infierno, lo mejor que puedes hacer es seguir caminando».

Abraham Lincoln

La queja no es buena compañera del aguantarse, el silencio y la aceptación sí lo son. Si ando lamentándome de lo que no tengo, del comportamiento de las y los demás, de lo que tarda en llegar lo mío, de lo agotada o agotado que estoy, no estoy haciendo músculo; estoy poniendo parte de mi peso en el resto.

Todas las formas de aguantarse son parecidas: en personas, en tiempo, en renuncias, en constancia. Seguro que Nadal las conoce, y por eso ha logrado estar donde está. Todas ellas fortalecen y nos ayudan a incrementar nuestro umbral de resiliencia, cada vez que aprendemos a aguantarnos, nos hacemos un gran favor en clave de fortaleza interior. El aguantarse puede ser muy pedagógico si somos capaces de analizar la ganancia y tomarnos un café con la renuncia. Aguantarse ahora para disfrutar después. Y así puedes llegar a vivir el aguantarse como un ejercicio que te hace ganar y crecer. Rafa lo sabe.

IV

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